PENSANDO EN AMARILLO: Desde la ventanilla del patas de goma.
- letrasparaelcafe
- 20 mar 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 may 2021

Los días domingos, los feriados, los fines de semana largos
Los días domingo y los de feriados largos suelen ser muy complicados para los conductores de taxis, sobre todo si trabajan de noche además de sumarle a esto, si tienes poco tiempo en el empleo. Así, un día domingo comienza, acostandose en el mejor de los casos a las siete, con un desayuno casi almuerzo próximo a las trece. Por supuesto los horarios van cambiando según conveniencia del trabajo. Así hay turnos de quince a tres, diecisiete a cinco, etc. El tiempo de descanso por supuesto se acorta en los feriados o alguna otra festividad que hacen, que la casa se llene de familiares y amigos, además de los respectivos chiquilines.
Marcelo intentaba luchar con el peso de sus párpados y ver la luz del día que pasaba entre las persianas entreabiertas de su dormitorio que reflejaban un sol increíble y luminoso de los últimos días de un verano, hasta ese momento insoportable. Caminó a tientas a su destino entre un laberinto de ropa en el suelo, una silla que servía de apoyo a la ropa de trabajo usada y por usar y finalmente el pasillo que lo dejaría en el baño.
Al salir los gritos de sus sobrinos quienes junto a los suyos hacían un coro irreproducible, chillón, alborotado. No quiso avanzar al encuentro del gentío. Intento pasar nuevamente a su sueño pero el reloj marcaba ya las 11.45 hs, cosa que habiéndose acostado a las 7.30 hs era imposible. Debía almorzar y salir nuevamente.
Pasando la puerta que da a la cocina, el mundo pareció estallar en su cabeza. Junto a su mujer, su cuñada además de su suegra comentaban las cosas de siempre aunque con retoques de la nueva juntada y bien a los gritos. Casi saliendo de la cocina, Pedro y Juanca vociferaban uno, lo mal que esta todo y el otro sin trabajo quejándose de los que lo tienen. Toda la "música" coronada con el coro de gritos de siete chiquillos mas chillones que nunca. Al verlo, le llovíó esa frase estúpida, en todo de broma de mal gusto ¡Vos sí que no tenés problemas?

Mas tarde el almuerzo transcurrió como siempre. La cuñada poniendo una mesita para los pequeños, mientras los mayores comentaban los sucesos semanales tratando de dejar de lado la política ya que cada vez que se cruzaban siempre terminaban a las patadas. Los pequeños altercados de la familia y los comentarios y andanzas de Juán Luís otro primo muy excéntrico, que las iba de sultán pero le salían de pescador pescado. por Héctor César Vila Martínez
Giggio el taxista
En medio de la sobremesa, Marcelo dejó de antemano el almuerzo ya que a las tres lo pasaba a buscar su compañero y debía estar listo. Preguntó por su otra camisa, y presuroso salió, previo saludo general . Dejó atrás la reunión oyendo disiparse en el aire el murmullo mezclado con el humo de cigarrillos. Apostado sobre la cerca de ladrillo visto, vio girar al tacho a su encuentro, mientras pensaba en cuanto tiempo seguiría así, viendo pasar la vida junto al volante, sin viernes, ni sábados de noche, para programar algo distinto que no sea trasladar pasajeros y repetir la imagen de cada lugar, de cada sitio y momento de la ciudad y sus rincones. Solo de vez en cuando y cuando las circunstancias (propietario) lo hacían posible, poder disfrutar de un viernes ó sabado haciendo lo que el deseo lo indica, ó compartiendo en familia un grato momento. En su mente giraban sus hijos a los que mucho disfrutaba cuando los cuidaba y enviaba al jardín cuando su mujer trabajaba y el estaba en casa. Lo poco que compartieron algunos domingos juntos sin que el estuviera muy cansado. Pero era lo que le había tocado….
Un taxista, un ser humano, un trabajo… y la familia que debe acomodarse a las circunstancias. Todo un mundo que no todos logran sobrellevar, pero es lo que hay…
Querido Gigio: Leer tu texto es hablar con uno mismo, en un idioma universal en un mismo amor.
No puedo dejar de comparar esas personas a un hormiguero, el hormigo taxista, el hormigo enfermero, el hormigo policía, la hormiga prostituta, el hormigo albañil, todos, absolutamente todos, conducidos por el olor de sus ferormonas como el enjambre de hormigas; todas a su yugo, cada cual con su música, con su vida, con su chatura sin horizontes. con su rutina imposible de cambiar.
Y paso al jornalero, al trabajador, al conchabado, al “si patroncito, mande” al que se maneja al antojo del mandamás de puros cagones nomás, porque nos hemos transformado en rebaños dóciles y sumisos.
Nos escondemos detrás de un teléfono…